miércoles, 10 de enero de 2018

TENER UN PLAN



Tener un plan es fundamental para poder avanzar de acuerdo a como queremos (o decimos que queremos) hacerlo. A veces queremos, pero solo queremos, y sin plan podemos acabar en cualquier parte…. Incluso en el punto de partida.
De ahí lo de “ponernos a plan”, aunque eso se emplee casi únicamente para hacer una dieta de adelgazamiento.


HACIA DÓNDE (B)
Un plan requiere reflexionar sobre a dónde queremos llegar, definir bien nuestra meta, Cuantificarla. Y definir también cómo vamos a saber que hemos llegado. Estamos en A y queremos ir a B.
Ejemplo: quiero llegar a pesar 70 kg. Mi “B” será “pesar 70 kg”. Ya tengo cuantificada mi meta, pero ¿cómo voy a saber que lo he conseguido? ¿cómo voy a saber que ya estoy en B, en 70 kg?. Pues cuando me suba a la báscula y marque 70 kg o menos”

Otras veces no somos tan concretos. Ejemplo: quiero cabrearme menos. ¿Cuál es mi “B”, mi meta exactamente? ¿Y cómo voy a saber que me cabreo menos?
Pues porque estaré menos disgustado”.
En este caso no está definido bien el “cabreo”. Tendría que decirme qué es para mí un cabreo. ¿Es dar voces?, ¿sentirme mal por dentro?, ¿reñir?, ¿negar mi afecto? Tampoco está definido cuánto menos me voy a cabrear. ¿Una vez menos al día, a la semana, sólo en el trabajo…? Y tampoco el cómo sabré si he conseguido mi objetivo. ¿Porque le pregunto a los de mi entorno, porque llevo un registro en las notas del móvil o en una libreta, porque a mí me lo parece?

La mayor parte de nuestros fracasos en los propósitos que nos hacemos a diario, (y ahora, al comienzo del año nos solemos hacer muchos), es porque no concretamos de forma clara y precisa lo que queremos exactamente, cómo vamos a saber que lo hemos conseguido. Nos movemos con frecuencia en metas, destinos, deseos, "B" difusos.

DESDE DÓNDE (A)
A veces, teniendo claro y bien definido lo que queremos conseguir y cómo sabremos que lo hemos conseguido, (B, nuestra meta) no hemos reflexionado sobre los recursos de los que partimos, los recursos que tenemos para conseguir lo que queremos (A, o nuestro punto de partida). Sabemos a dónde vamos, pero no conocemos bien de dónde partimos.

Ejemplo: voy a escuchar a mis hijos cada vez que me hablen o pidan ayuda. Sabré si lo estoy haciendo porque voy a pedirle a ellos que me digan si alguna vez no se sienten escuchados. Hasta ahí bien definido “B”, mi meta. Pero, ¿qué es lo que hago habitualmente? ¿qué hago cuando estoy viendo una película o un programa de TV y vienen a hablarme? ¿qué hago por las mañanas cuando me preguntan camino del colegio?
Quizá, si soy una persona que habitualmente escucha poco, bien porque estoy con mis cosas, bien por la prisas, sea interesante que reflexione sobre si eso que me propongo es realista. Quizá sea un salto demasiado grande para empezar. Quizá “no tengo recursos” como para hacer tanto de golpe. Entonces he de proponerme menos. Mucho menos.

¿Habéis visto las mesas de algunos despachos llenas de documentos que no acaban de resolverse, con alguien detrás de ellas proponiéndose todos los días resolverlo? ¿Os habéis fijado en esas mamás y en esos papás dando voces a sus hijos para que obedezcan? ¿Y en esas personas a las que cuando les preguntáis cómo les va, lo que más os cuentan es todo lo que les queda por hacer de todo lo que tienen hacer? ¿Cuántas personas dicen de sí mismas todos los días “soy un desastre”? ¿Cuántas otras “no consigo nada”?
Angustioso, verdad….?

Pues así en esa angustia viven infinidad de personas todos los días. Así consumen su vida. Queriendo más de lo que sus recursos son capaces de producir. Y cuando se lo dices, o si leen esto responden “Pero yo si puedo conseguirlo, de hecho antes lo hacia” o “No sólo puedo sino que tengo que hacerlo”.
Si, claro, pero tus recursos son limitados, ahora quizá más limitados, y tienes más objetivos en la vida en la que repartirlos. ¿O estar sentado en paz, al lado de la persona que está decidiendo compartir su vida contigo no es un objetivo?
No les cabe un quiero / no quiero hacerlo, viven continuamente bajo la presión del “tengo que” hacerlo.

Difícil que se paren a pensar. ¿Por qué?. Porque pararse a pensar en ello podría suponer el principio de un cambio y nos cuesta cambiar. Hasta para mejorar. En mi experiencia en la consulta la primera parte de cualquier tratamiento es que la persona que lo necesite lo busque.
Y vaya a la consulta.


EL CAMINO (C)
A veces, teniendo claro a dónde queremos llegar, habiendo definido bien cuando y cómo sabremos que hemos llegado, habiendo incluso valorado bien nuestras fuerzas, nuestros recursos disponibles, nos falta haber reflexionado sobre qué camino vamos a recorrer, si hay varios cuál de ellos vamos a elegir, el tiempo que nos va a costar, los pasos que vamos a dar, cuáles van a ser esos primeros pasos. Conocemos de dónde partimos (A), sabemos exactamente a dónde queremos ir (B), pero no hemos valorado el camino a seguir (C) o posibles caminos.

Y nos ponemos a caminar con rumbo pero sin camino, con meta y con recursos, pero sin una plan que nos permita dar pasitos primero, saltos después.
Y abandonamos.

En el ejemplo anterior, el de escuchar a mis hijos, puedo elegir un camino de escucha progresiva, proponerme que la primera semana voy a dedicarle un día a estar más atento en la escucha, anotando cuántas veces lo he conseguido, en la segunda semana voy a dedicarle dos días, tres...


FELICITARME POR ELLO
Y si ya tenemos el plan solo nos falta una cosa más. Felicitarnos. Eso es lo primero nada más hacer el plan, felicitarnos por tener el plan. Mañana felicitarnos también por dar ese pasito cortito, después por los siguientes pasos.
Y si dejamos de cumplir nuestro plan, analicemoslo, quizá era demasiado ambicioso, quizá hemos cambiado de objetivo, quizá simplemente queremos abandonar porque es más cómodo. Nosotros lo sabremos. Y obraremos en consecuencia.

Cuanto más nos felicitemos, más probable es que sigamos, Cuanto más nos riñamos, más probable es que reventemos en el intento. Por eso es tan importante empezar por pasitos cortos, tan cortos que nos resulte muy fácil empezar a darlos. Y dejar de reñirnos.
¿No te pasa a veces que parece que llevas al enemigo dentro? Una parte de ti ha aprendido a funcionar porque te riñes. Te riñes por lo que dejas de hacer, te riñes por lo que has hecho regular, te riñes por no haber previsto lo que podías dejar de hacer o no haber previsto que podría salirte regular. Tan entrenado en reñirte, te riñes hasta por lo que los demás no han hecho por si acaso ha sido culpa tuya. Lo piensas y tienes razón. Te riñes porque tienes razón. (Dices).

Eres un experto en reñirte. Lo haces a menudo, todos los días. En alto y, sobre todo, en silencio. Acompañado de la razón, de tu razón que te lleva años diciéndote que lo haces bien, que has de reñirte cuando no cumples. No aprendiste a “cumplir” queriéndote.

TAREA PARA EL FIN DE SEMANA
Me gusta llamar “Fin de semana” (“Finde” entre nosotros) a lo que queda del resto de nuestras vidas. Aunque parezca largo, es corto. Y hacerlo sinónimo de fin de semana lo hace más lúdico, mas atractivo.
Cuando quieras algo importante haz un PLAN. Después escríbelo, te ayudará a visualizar mejor desde dónde partes, a dónde quieres ir y qué camino vas a elegir. Felicítate nada más haberlo garabateado, es un avance dedicar tiempo a pensar así.
Vamos a entrenarnos en felicitarnos. En felicitarnos mucho. A menudo. Todos los días. Por lo que has hecho, por lo que has previsto, por lo que has intuido, por lo que has dejado de hacer. Sí, también, sé sabio y aprende a valorar cuándo es adaptativo dejar de hacer. Valora el proceso más que el resultado Vivir es más caminar que llegar. Planificar es también caminar. Quiérete.

Sé tu amigo. Tu mejor amigo. Dítelo (ahora que todavía estás vivo).

4 comentarios:

  1. Soy muy amiga de los Planes, de planificar, de diseñar objetivos y acciones para cumplirlos y después medir y replanificar sobre lo medido e intentar mejorar. Pero eso que tan bien hago en el trabajo, a veces pienso que en el ámbito personal es bastante más dificil o, al menos, los resultados son bastante más difusos.

    Siguiendo tu ejemplo: IMagina que mi B es pesar menos de 60 kilos. UNa meta clara para la que es fácil dibujar un plan de acción progresivo a base de alimentación y deporte combinado. Una llega a los 70 kilos propuestos y el problema no ha sido el camino sino que los motivos que provocan la creación de ese objetivo no se cumplen. Puede ser que queramos pesar 60 kilos por salud y tu salud no mejore, o que lo haces para que te silben por la calle y nadie te silba. A veces no es el objetivo ni el camino el que te hace sentirte más o menos satisfecha contigo misma. A veces los motivos por los que nos marcamos determinados objetivos, luego cuando llegamos a ellos no se cumplen.

    MUchos objetivos que nos marcamos se basan en las expectativas que tenemos de como van a reaccionar los demás respecto de nosotros y muchas veces su cumplimiento lleva a la frustración porque los demás no responden como esperamos y la cosa puede incluso empeorar ¿no?
    Quizás sea egoismo pero creo que en el ámbito más íntimo, en el mio propio, mis motivaciones, mis diseños de B y C deben ser sólo y exclusivamente para satisfacción mia. Si además se produce reconocimiento externo, bienvenido sea, pero no estaba en mis planes.

    Siempre me das que pensar. Especialmente ahora :)
    Besos mil.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Ángela por tus reflexiones. Dan pie a anotar algunas más.

      Somos capaces de pensar, de analizar, de proponernos ... de proponernos no proponernos nada.
      Un plan no es más que una estrategia para hacer más probable algo. Una idea estructurada y secuenciada que favorece que consigamos cosas. Todos los días hacemos, ejecutamos planes que ya tenemos automatizados...cepillarme los dientes, ponerme el desayuno, llamar a un amigo...

      La ventaja de planificar es que me permite "ver" mejor cómo ir de A a B a través del camino C.
      Y no es necesario repensarlo para la mayoría de las cosas que hacemos en la vida, aunque tuvimos que aprenderlo, solo así fuimos capaces de colocar la ficha rectangular en el hueco del rectángulo.

      En la vida personal nos equivocamos más a la hora de hacer planes, básicamente porque lo que hacemos no son planes. Formulamos deseos que seguro son buenos, legítimos (que mi hijo saque el curso bien, que mi pareja me entienda, que mi madre me respete). Estamos mal definiendo nuestro B, nuestra meta. Es como decir "quiero que mi vecino no haga ruido". Ese B no cabe en mi control. ¿Que sería mejor para mi?. Seguro. ¿Que sería justo?. Puede que si. ¿Que yo estaría más tranquilo? Puede que también. Pero yo no controlo a mi vecino. Ni a mi pareja. Ni a mi hijo, ni a mis trabajadores....

      Nos movemos en B difusos, sin cuantificar ni operativizar amparados por la razón de que, de cumplirse nuestros deseos, sería mejor para mí, o para él, o para ambos ¿Y qué? ¿Acaso la vida es selectiva hasta el punto de que elige lo que es mejor? ¿Acaso los demás no tiene derecho a hacer lo que ellos quieran? Igual que nosotros.

      Nuestro primer error, lo difuso de nuestras metas, la mezcla de lo que llamamos objetivos con los deseos que no controlamos en su totalidad. Y nos justificamos en ese barullo diciendo que tenemos razón.¿Razón para qué? ¿Para controlar a los demás más allá de su libertad y/o de nuestras posibilidades?

      Sucede también que los objetivos no van aislados ni secuenciales uno detrás de otro. Solemos tener objetivos simultáneos, para los que algunas acciones benefician a unos y perjudican a otros. "Pesar menos de 60 y disfrutar de mis hamburguesas del Burguer". Y queremos las dos cosas, como tantas otras muchas, al mismo tiempo. y, ¿por qué no?

      A veces, teniendo claro de dónde partimos, definiendo bien a dónde queremos ir (A y B) nos cuesta encontrar C porque hay varias posibilidades de C. Elegir el camino o caminos por los que vamos a ir no es fácil. No nos han entrenado en valorar los posibles C. Tampoco nos han entrenado en desglosar ese C en trocitos, pasitos. Ni en cuáles van antes y cuales van después. Ni en valorar qué pasa cuando damos pasos y cuando no los damos. Ni en cambiar de C si no funciona. Nos han entrenado, sobre todo, en rigidez como estrategia para "no abandonar y llegar a la meta" A veces ignorando otras posibilidades de C más económicas y adaptativas. Nos han hecho poco flexibles. Es como si "o sigues o eres un perdedor". Por eso mi insistencia en ver cada ventaja que hay en cada paso de cada C. Por eso lo importante de reflexionar sobre los posibles caminos, sobre sus pasos, analizarlo y caminar. Muchas personas, para asuntos importantes de su vida, actúan de forma impulsiva, tipo ensayo y error sin más análisis. Fracasan y abandonar. Lo reintentan y es posible que vuelvan a fracasar.

      Condicinar mis objetivos a los de los demás es otro deseo. Legítimo. Pero otro deseo "Seré feliz cuando mi hijo tenga trabajo" "Haré todo esto para que mi pareja me apoye y entienda". Nos atrapamos haciendo porque esperamos respuesta. Nos disgustamos con las respuestas que nos llegan porque "tendrían " que ser otras. Volvemos a salirnos de nuestra área de control en "Bes" difusos.

      De ahí que invirtamos en hacernos libres. Nuestra satisfacción también puede ser sentir cómo a los que queremos se sienten bien. Sin necesitarlo, porque volvemos al atrapamiento del deseo.
      Buen día ¡¡

      Eliminar
  2. Sobre estas reflexiones, que mucho tienen que aportar a mi sabiduría, me quedaría en concreto con dos frases. La primera es; Cuanto más nos felicitemos, más probable es que sigamos, Cuanto más nos riñamos, más probable es que reventemos en el intento. Creo que felicitarse sin caer en el exceso es una buena práctica en nuestra vida diaria. Reforzarnos y buscar motivaciones intrínsecas sin flagelarnos por no conseguir nuestras objetivos, no se debe ver como una meta, sino como el camino para llegar a vivir tranquilo/a.
    La segunda y no por ello menos importante; Sé sabio y aprende a valorar cuándo es adaptativo dejar de hacer. La sociedad no empuja a que todo sea rápido, contingente y eficaz, y si no es de esta forma nos frustramos. Esto nos genera muchos sentimientos encontrados cuando las cosas no nos salen como queremos. En muchas ocasiones nos robamos nuestra propia vida, nuestro propio tiempo en buscar de forma ansiosa “cosas” para hacer cuando la respuesta está en lo contrario, dejar de hacer, o dicho de otra manera, pararse a pensar, contemplar y meditar sobre lo que tenemos a nuestro alrededor.
    Carlos.

    ResponderEliminar
  3. Gracias Carlos por tus reflexiones y aportaciones.
    Comparto contigo lo que dices, en especial "en muchas ocasiones nos robamos nuestra propia vida, nuestro propio tiempo en buscar de forma ansiosa “cosas” para hacer cuando la respuesta está en lo contrario"

    Nos resulta difícil verlo, en ocasiones porque creemos que tenemos toda la vida por delante para hacer eso algún día, en otras porque las prisas no nos dejan pararnos. Lo cierto es que dedicamos poco tiempo a lo importante, a contemplar, sentir, estar, acompañar.

    Yo lo aprendí con los años, antes cuando era más joven tenía muchos proyectos y poco tiempo para hacerlos todos, ahora que tengo menos tiempo y muchos proyectos pendientes aún, mi mayor proyecto es vivir cada instante como si fuese el último. Y eso me ayuda a hacer más grande el camino, independiente de cuál sea la meta.

    Buen día ¡¡

    ResponderEliminar